CONCURSO DE MICRORRELATOS
I.E.S. “RÍO VERDE” - 2013
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El I.E.S.”Río
Verde” de Marbella, con motivo de su XXV
aniversario, convoca un concurso de microrrelatos de acuerdo con las
siguientes
BASES
1.- Participantes. Pueden participar en este concurso todos los alumnos matriculados
en el IES “Río Verde” en el presente curso 2012-2013. La participación implica
la aceptación de estas bases.
2.- Categorías. La participación se hará por una de estas dos categorías:
·
SECUNDARIA
·
BACHILLERATO/CC.FF.
Los alumnos de enseñanzas de adultos pueden participar por la
segunda de esas categorías.
3.- Extensión. El relato
tendrá una extensión máxima de 100
palabras.
4.- Tema. El instituto.
5.- Premios.
Para cada categoría habrá un premio de 30 euros y la publicación en la página
web del instituto. Los premios no podrán quedar desiertos.
6.- Presentación. Los participantes presentarán el relato en un sobre grande, en
el que solo puede aparecer un pseudónimo. En el mismo sobre introducirán también
otro sobre pequeño cerrado en cuyo exterior figure solo el mismo pseudónimo, y
en cuyo interior haya una ficha con los siguientes datos:
·
Pseudónimo
·
Nombre del relato
·
Nombre del alumno autor del
relato
·
Curso en el que está
matriculado
7.- Lugar de entrega. La entrega se realizará en la Conserjería del instituto.
8.- Fecha. El plazo de
entrega termina el 23 de mayo en el recreo (11’45 horas).
9.- Jurado.
El jurado estará formado por cuatro profesores designados por la vicedirección
del Instituto “Río Verde”, seleccionará los mejores relatos y elegirá a los
ganadores. Su fallo será inapelable.
10.- Fallo. El
fallo se hará público en los tablones de anuncios y en la web del instituto el
día 30 de mayo.
13 CONSEJOS PARA LOS QUE SE INICIAN
EN EL ARTE DE ESCRIBIR
MICRORRELATOS
1. Imagina que tu historia, mientras es leída, aferra al lector por la garganta.
Lo que significa que si la
historia es innecesariamente larga, el lector muere
por asfixia.
2. Acción, acción, acción. Sólo
los genios conciben microrrelatos eficaces empleando la inmovilidad.
Si no eres
un escritor de genio, y no puedes resistirte a la inmovilidad, dedícate a la
poesía, la pintura
o la fotografía; o a construir edificios, que es más rentable.
3. No ames la brevedad como a tu novi@.
Ámala mucho más. O corres el riesgo de dejar de amarla.
4. El título es tan importante
como el microrrelato. A veces más.
5. Nunca te propongas escribir un
microrrelato que complazca a todo el mundo. Tu meta será complacer
a unas
poquísimas personas.
6. Debes leer, de rodillas, a Ana
María Shua, Raúl Brasca, Luisa Valenzuela, Julio Torri, Juan José
Arreola,
Gabriel Jiménez Emán, Marco Denevi, Pía Barros, Rafael Pérez Estrada, Ramón
Gómez
de la Serna, Enrique Anderson Imbert, Virginia Vidal, Luis Mateo Díez y
Augusto Monterroso.
7. Cuando, vanidoso, sientas que tus creaciones han alcanzado una cima
inalcanzable para otros,
lee a los autores citados en el punto anterior. Un
microrrelatista debe tener los pies sobre la tierra.
Respeta al maestro, y
aprende.
8. Si algún periodista te formulase la original pregunta: "¿Qué libro se
llevaría usted a una isla
desierta?", responderás con orgullo y aplomo: la
Antología de cuentos breves y extraordinarios,
de Borges y Bioy
Casares. Alguien que sienta verdadero aprecio por su formación literaria no
haría
otra cosa.
9. De ninguna manera leerás los microrrelatos de Max Aub (Crímenes
ejemplares)
10. El microrrelato es enemigo de la repetición superflua, que (salvo brillantes
excepciones) frena la
historia, quitándole agilidad. Como si ahora yo dijera:
no leas los micros de Max Aub.
11. Este consejo se lo debo a Bioy Casares: "Joven, al carajo con el
suspenso".
12. Cortar, reducir, abreviar, sintetizar. Máximas fundamentales del
microrrelato. De ahí que estos
13 consejos queden en 12.
Cuando el aterrado público
esperaba ver al inmenso King-Kong tomar entre sus manazas a la hermosa
Fay
Wray, el gorila con paso firme salió de la pantalla, y pisoteando gente que no
atinaba a ponerse a
salvo, buscó por las calles neoyorquinas hasta que por fin
dio con una película de Tarzán. Sin titubeos
—y sin comprar boleto— con toda
fiereza, destrozando butacas y matando espectadores, se introdujo
en el film y
una vez dentro ansiosamente buscó a su verdadero amor: Chita.
«Lagrimones»: Un llanto insonoro denunciaba su triste
palidez sin emitir un gemido. Sus ojos parpadeaban apurados y un lagrimón tras
otro rodaba irremediablemente por las mejillas. En un rincón, el cirio se
consumía con la noche.
- Un poquito más. No podía decir que no, y
no puedo sufrir el arroz.- Si no repite otra vez, creeré que no le gusta. Yo no
tenía ninguna confianza en aquella casa. Y quería conseguir un favor. Ya casi
lo tenía en la mano. Pero aquel arroz...- Un poco más.- Un poquitín más. Estaba
empachado. Sentí que iba a vomitar. Entonces no tuve más remedio que hacerlo.
La pobre señora se quedó con los ojos abiertos, para siempre.
Estábamos
al borde de la acera, esperando el paso. Los automóviles se seguían a toda
marcha, el uno tras del otro, pegados por sus luces. No tuve más que empujar un
poquito. Llevábamos doce años de casados. No valía nada. Max Aub
Los niños entraron a la casa y destrozaron las jaulas.
La mujer encontró los cuerpos muertos y enloqueció. Los pájaros no regresaron.
Por medio de los microscopios los microbios observan a
los sabios
“...el drama del desencantado que se arrojó
a la calle desde el décimo piso, y a medida que caía iba viendo a través de las
ventanas la intimidad de sus vecinos, las pequeñas tragedias domésticas, los
amores furtivos, los breves instantes de felicidad, cuyas noticias no habían
llegado nunca hasta la escalera común, de modo que en el instante de reventarse
contra el pavimento de la calle había cambiado por completo su concepción del
mundo, y había llegado a la conclusión de que aquella vida que abandonaba para
siempre por la puerta falsa valía la pena de ser vivida".
¿Ustedes no han tenido nunca ganas de
asesinar a un vendedor de lotería cuando se ponen pesados, pegajosos, suplicantes?
Yo lo hice en nombre de todos
“Aquel hombre era invisible, pero nadie se
percató de ello”.
-¿No habrá una especie
aparte de la humana –dijo ella enfurecida arrojando el periódico al bote de la
basura- a la cual poder pasarse?
-¿Y por qué no a la humana? –dijo él.
Alguien que a toda hora
se queja con amargura de tener que soportar su cruz (su esposo, esposa, padre,
madre, abuelo, abuela, tío, tía, hermano, hermana, hijo, hija, padrastro,
madrastra, hijastro, hijastra, suegro, suegra, yerno, nuera) es la vez la cruz
del otro, que amargamente se queja de tener que sobrellevar a toda hora la cruz
(nuera, yerno, suegra, suegro, hijastro, madrastra, padrastro, hija, hijo,
hermana, hermano, tía, tío, abuela, abuelo, padre, esposa, esposo) que le ha
tocado cargar en esta vida, y así, de cada quien según su capacidad y a cada
quien según sus necesidades.
En un lejano país existió hace muchos años
una Oveja negra.
Un siglo después, el rebaño arrepentido le
levantó una estatua ecuestre que quedó muy bien en el parque.
Así, en lo sucesivo, cada vez que aparecían
ovejas negras eran rápidamente pasadas por las armas para
que las futuras
generaciones de ovejas comunes y corrientes pudieran ejercitarse también en la
escultura.
Cuando despertó, el dinosaurio todavía
estaba allí.