Acoso escolar,
Luis Antonio de Villena
No pudo haber foto: es mi memoria la
imagen viva…
Pero acaso hubiese sido esa foto
imposible, terrible y
aleccionadora y al final (hubo final)
testigo de ternura…
Yo vi cómo te sacaban de la tienda en
aquel oscuro campamento
viril, entre el viento áspero del
monte, mientras la luna dulce
brillaba en tus piernas desnudas. Te
habían dejado en calzoncillos
y llevabas el pelo revuelto y los ojos
oscuros… Debí pensar:
tengo que ayudar a Iván como él me
ayuda, pero me quedé
quieto, paralizado, cobarde, estúpido.
¿Yo era un hombre? Sólo
pensé con temblorosa fragilidad: Es
raro. Ves, no llora. Porque
ellos gritaban e insultaban entre risas
chabacanas, pero tú,
casi desnudo, te dejabas arrastrar,
asumías el esplendor y
la belleza de la víctima. Te llevaron
junto al estanque aquel,
sucio, verdinoso, y te violaron los
cinco. Gritaste, nada más.
Luego aquellos salvajes bestiales e
inocentes como tantos,
eyacularon entre palabros y penumbra
sobre tu cara… Tu rostro
hermoso, Iván, tus labios carnosos que
deseaban en miserable
silencio. ¿Silencio? No más infame o
nefando que el mío…
Te dejaron entre aquellos helechos,
pringoso, herido, desnudo. Sólo
una hora después me atreví a
acercarme, sin ruido. Sentí que
te asustabas. Sonreí. Llevaba agua y
una toalla limpia. Bajo la gran
luna inmisericorde, te fui limpiando
lentamente y noté tu abandono,
tu cansancio, aquella belleza excelsa
que hoy me hace pensar en
el lienzo de un mártir con el cuerpo
blanco y los muslos duros…
Sentí el placer con que te abrías
(leves gemidos) para dejarte
limpiar, hasta que pude ponerte el
calzón y la blanca toalla
por encima… Entonces te acaricié el
pelo. No lo pude evitar,
fue un tirón, algo ígneo, el
sobresalto de la vida, y tú mismo
llevaste mis manos a tu cuerpo y
me besaste despacio. Tu boca sabía
a sangre pero he oído que la sangre es
dulce… Eras tan hermoso
que yo sentía miedo. Dijiste: Por
favor, avisa a un coche, un coche
desde la casa del guarda, abajo. Lo
hice. Supe que denunciaste
todo aquello y te marchaste de la
ciudad, imposible para ti.
Amigo mío, mi hermano, extraño amor…
Lo entiendo. Nunca supe
más, ni ellos tampoco. En mi recuerdo,
Iván, tu cuerpo fulge en
una cálida luna, me iluminas y sé que
no hay felicidad, ni paz,
ni bien, ni humanidad, ni fraternidad.
Es mentira todo. Menos tu belleza.
(Iván, dios de los gemidos, alma del
muslo, los labios secretos…)
Imágenes en fuga de esplendor
y tristeza
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